El perfil familiar en Chile ha experimentado cambios drásticos en las últimas décadas. Hoy, los hogares con un solo hijo o parejas sin descendencia son la norma. La tasa de fecundidad ha caído a 1,3 hijos por mujer, la cifra más baja de América Latina, según la OMS.
Este descenso no solo refleja una tendencia global, sino también factores específicos del país. La autonomía reproductiva ha avanzado significativamente, pero también influyen las barreras económicas que enfrentan las familias jóvenes. El costo de criar a un hijo se ha disparado, afectando las decisiones sobre la maternidad.
Las políticas públicas juegan un papel crucial en este escenario. Las propuestas que buscan aumentar la tasa de natalidad a través de incentivos financieros no abordan el problema de fondo. Las mujeres deben tener libertad para decidir sobre su maternidad, sin presiones externas ni obstáculos económicos.
Es necesario avanzar hacia un marco legal y social que apoye a las familias. Normas laborales que favorecen la conciliación y políticas de cuidado con enfoque de género son fundamentales. La maternidad no debe ser una carga, sino una elección libre y respaldada por condiciones adecuadas.
Chile tiene la oportunidad de liderar un cambio a favor de la libertad reproductiva. Políticas como la reforma del régimen de sociedad conyugal son pasos en la dirección correcta, garantizando que las mujeres tengan pleno control sobre sus decisiones y su futuro.