En un giro inesperado para la movilidad sostenible, la ciudad de Barcelona, España, ha puesto en marcha un proyecto piloto que utiliza un recurso poco convencional para propulsar un autobús: excremento humano.
Esta iniciativa, liderada por la empresa de transportes TMB, busca demostrar el potencial del biometano renovable como una alternativa limpia al gas natural.
El vehículo, conocido como «Nimbus», circula en la línea V3 de la ciudad, impulsado por combustible generado a partir de lodos de aguas residuales.
Este innovador plan es el resultado de una colaboración entre TMB, Aguas de Barcelona, la Universidad Autónoma de Barcelona y el centro tecnológico Cetaqua.

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Excremento: Un combustible que reduce la huella de carbono
El proceso comienza en la depuradora de Baix Llobregat, que procesa más de 400,000 metros cúbicos de aguas residuales al día. A través de la digestión de lodos, se produce biogás que, mediante un proceso de purificación, se transforma en biometano casi puro.
Este combustible, apto para motores de gas natural, reduce las emisiones de monóxido de carbono hasta en un 80% en comparación con un autobús convencional.
El proyecto, llamado Life Nimbus, ha estado en fase de prueba durante cinco años y ha recorrido más de 14,000 kilómetros anuales.
Según Mario Canet, responsable de TMB, la tecnología ha aportado conocimientos valiosos para la descarbonización de la flota y podría aplicarse en el transporte de mercancías.
Noruega y el «Bio-bus» del Reino Unido: pioneros con resultados dispares
Aunque la iniciativa de Barcelona es innovadora, otros países han explorado el uso de desechos orgánicos como fuente de energía. Noruega, con el objetivo de ser neutral en carbono para 2050, comenzó a movilizar vehículos con biometano desde 2009.
En sus inicios, 80 autobuses en Oslo funcionaban con material fecal humana.
Por otro lado, el Reino Unido desarrolló en 2014 el «Bio-bus» en Bristol, un vehículo que funcionaba con desechos tratados y reducía un 30% las emisiones en comparación con un autobús diésel.
Sin embargo, a pesar de sus beneficios y la ausencia de malos olores, el proyecto fue descontinuado dos años después por falta de financiamiento gubernamental.
La historia de estos proyectos demuestra que los desechos orgánicos, lejos de ser un problema, pueden ser una solución clave para la movilidad sostenible y la lucha contra el cambio climático.
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