Morderse las uñas, conocido como onicofagia, es más que un simple «tic». Este hábito compulsivo afecta a muchas personas, especialmente durante la niñez y la adolescencia, y suele desencadenarse en situaciones de estrés, ansiedad o nerviosismo.
Este comportamiento puede tener consecuencias tanto físicas como emocionales, desde deformaciones en la cutícula hasta problemas dentales y mandibulares.
Consecuencias de la onicofagia
Los expertos de ‘De Salud Psicólogos’ explican que la onicofagia puede causar lesiones en dedos y manos, infecciones bacterianas o de hongos, fracturas y desgaste dental. Además, este hábito puede reflejar problemas emocionales como baja autoestima, inseguridades, frustración o timidez, así como ser una respuesta a cambios o presiones en el ámbito laboral, familiar o académico.
Estrategias para dejar de morderse las uñas
Para combatir la onicofagia, es crucial identificar las situaciones que desencadenan este comportamiento. Ser conscientes de nuestras emociones y conductas nos permitirá desarrollar estrategias alternativas. La terapia psicológica cognitivo-conductual es eficaz para gestionar las emociones y evitar morderse las uñas como respuesta al estrés o la ansiedad.
Pequeños trucos también pueden ayudar, como usar esmaltes de sabor amargo, mantener las manos ocupadas con otros objetos o arreglarse las uñas regularmente.
Más allá de lo estético
Aunque se asocia la onicofagia con un problema estético, sus implicaciones van mucho más allá. Este hábito puede ser un reflejo de malestar emocional que requiere atención y tratamiento psicológico.
No se trata solo de tener unas manos bonitas, sino de cuidar nuestra salud mental y física, aprendiendo a gestionar nuestras emociones de una forma más saludable.
Si morderse las uñas se ha convertido en un problema, busca la ayuda de un profesional.