Aunque la Navidad es una de las festividades más populares en el mundo, en algunos países está prohibida o limitada por razones culturales, religiosas o políticas. Arabia Saudita, por ejemplo, no permite celebraciones públicas de Navidad debido a su estricta interpretación del islam, que no reconoce a Jesús como figura central. Sin embargo, las comunidades cristianas privadas pueden conmemorar la festividad en la intimidad de sus hogares, aunque bajo restricciones.
En Corea del Norte, la Navidad no solo está prohibida, sino que se sustituye por la celebración del cumpleaños de Kim Jong-suk, la abuela del líder actual, Kim Jong-un. Este evento, que ocurre el 24 de diciembre, refleja el culto a la personalidad del régimen y elimina cualquier manifestación de influencia extranjera o religiosa que pueda desafiar su control ideológico.
Somalia también prohíbe la Navidad, argumentando que no es una festividad islámica y, por lo tanto, podría provocar tensiones religiosas en el país. El gobierno somalí ha expresado preocupación por preservar la armonía cultural y religiosa entre su población, mayoritariamente musulmana, limitando cualquier manifestación pública que contradiga estas creencias.
En Brunei, desde 2015, celebrar la Navidad en público está penalizado con multas o prisión. La medida, basada en la implementación de la ley islámica, busca proteger la identidad religiosa del país. Sin embargo, las comunidades no musulmanas pueden celebrar de forma privada, siempre y cuando no afecten a la población en general. Esta prohibición subraya el compromiso del gobierno de mantener una sociedad homogénea según sus principios religiosos.
En estos países, la prohibición de la Navidad resalta las tensiones entre la globalización cultural y la preservación de identidades nacionales y religiosas. Aunque estas restricciones pueden parecer estrictas desde una perspectiva externa, para estas naciones representan un esfuerzo por mantener sus valores y tradiciones.