El regreso de Escocia a una Copa del Mundo tras 28 años de ausencia debería ser una fiesta total; sin embargo, el seleccionador Steve Clarke prefiere poner los pies sobre la tierra. El técnico escocés envió un mensaje claro a sus seguidores: «la pasión por el fútbol no justifica arruinar la economía familiar«.
«Si te lo puedes permitir, estupendo, pero si no, entiéndelo. No te endeudes ni endeudes a tu familia«, expresó Clarke en declaraciones para Sky Sports. El entrenador subrayó que cruzar el Atlántico y vacacionar en Estados Unidos siempre representa un gasto elevado, incluso sin un evento deportivo de por medio.
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El reto de seguir a la «Tartan Army»
Escocia integra el Grupo C, donde medirá fuerzas contra la pentacampeona Brasil, además de Marruecos y Haití. Aunque la Federación Escocesa aseguró el 8% de la capacidad de los estadios para su hinchada, el traslado logístico será complejo.
Los partidos contra Haití y Marruecos ocurrirán en Boston, mientras que el choque ante los brasileños trasladará la acción a Miami. Según estimaciones del propio Clarke, apenas unas 1.200 personas podrán costear el seguimiento completo de la selección durante toda la fase inicial.
FIFA bajo fuego por precios récord
La indignación por los costos de la cita mundialista de 2026 no deja de crecer. Por ejemplo, seguir a una selección hasta la gran final podría costar cerca de 6.900 dólares, una cifra cinco veces mayor a la registrada en Catar 2022. Organizaciones como Football Supporters Europe (FSE) han calificado estas tarifas como una «traición monumental» y una «extorsión» para el fanático leal.
Ante la presión global, la FIFA reaccionó el pasado 16 de diciembre con el lanzamiento del «Supporter Entry Tier». Esta nueva categoría ofrece boletos a 60 dólares para hinchas registrados a través de sus federaciones nacionales. No obstante, muchos críticos consideran que esta medida es insuficiente frente a los 4.185 dólares que pueden costar las entradas de categoría superior para la final.
El sueño mundialista frente al bolsillo
Por consiguiente, el debut de Escocia desde su última participación en 1998 se ve empañado por el debate económico. Mientras la FIFA defiende sus ingresos en un torneo ampliado a 48 equipos, figuras como Clarke insisten en que el fútbol no debe convertirse en una carga financiera insostenible para el ciudadano común.
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