Hacer ejercicio en horas nocturnas se ha vuelto una opción frecuente para quienes tienen jornadas laborales extensas. Sin embargo, especialistas en salud y rendimiento advierten que los entrenamientos de alta intensidad no son la mejor alternativa antes de dormir, debido a los efectos que provocan en el cuerpo y en el ciclo natural del sueño.
La activación del sistema nervioso dificulta el descanso
Los ejercicios de alta exigencia —como HIIT, crossfit o trabajos de fuerza pesada— elevan de forma notable hormonas como la adrenalina, la noradrenalina y el cortisol. Estas sustancias mantienen el cuerpo en estado de alerta y pueden tardar hasta tres horas en regularse, lo que retrasa el proceso de relajación necesario para conciliar el sueño.
Durante los entrenamientos intensos, el ritmo cardíaco aumenta y permanece acelerado más tiempo del habitual. A esto se suma un incremento en la temperatura corporal, justo cuando el organismo necesita reducirla para entrar en fase de descanso. Ambas respuestas fisiológicas dificultan alcanzar un sueño profundo y reparador.

Impacto en la digestión y en el bienestar general
Entrenar después de cenar también puede generar molestias digestivas, especialmente si la actividad física demanda un esfuerzo considerable. El cuerpo se ve obligado a dividir energía entre la digestión y el ejercicio, lo que incrementa el malestar y afecta la recuperación nocturna.
Qué tipo de ejercicios sí funcionan de noche
Aunque se recomienda evitar la alta intensidad, existen alternativas adecuadas para la noche. Actividades como caminatas, yoga, pilates, movilidad o entrenamientos de fuerza ligera ayudan a liberar tensión sin alterar el ritmo del sueño.
También te podría interesar: ¿Cómo detectar si la voz de un familiar fue generada por inteligencia artificial?






