Utqiagvik, un pueblo remoto en la costa ártica de Alaska y reconocido como el asentamiento más septentrional de Estados Unidos, ha iniciado su inmersión anual en la penumbra. Desde el pasado 18 de noviembre, los aproximadamente 4.400 residentes de esta localidad presenciaron la última puesta de sol del año. Así comienza la extensa Noche Polar.
Este extraordinario fenómeno astronómico mantendrá al sol completamente debajo del horizonte durante unos 65 días. Por lo tanto, los habitantes de Utqiagvik no volverán a ver el disco solar asomarse hasta el 22 de enero del próximo año, fecha programada para el primer amanecer.

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La razón detrás de la oscuridad extrema
La inclinación del eje terrestre provoca este ciclo lumínico extremo. De hecho, Utqiagvik se encuentra muy por encima del Círculo Polar Ártico (aproximadamente 300 millas al norte). Durante los meses de invierno del hemisferio norte, la Tierra se inclina de tal manera que esta latitud queda fuera del alcance de la radiación solar directa.
Es fundamental entender que la Noche Polar no implica una oscuridad total, aunque sí una profunda penumbra. En consecuencia, la atmósfera aún permite que, por unas pocas horas alrededor del mediodía, la comunidad experimente el «crepúsculo civil». Este tenue resplandor azul en el horizonte meridional ofrece la única iluminación natural, además de la luna y las hipnotizantes auroras boreales.

Una vida adaptada al frío ártico
Las condiciones ambientales se vuelven particularmente rigurosas durante este largo periodo de sombras. Evidentemente, la ausencia de luz diurna provoca una drástica caída de las temperaturas. Los termómetros se mantienen habitualmente por debajo de los –20 °C, incluso pudiendo descender hasta los -50 °C en los momentos más crudos del invierno ártico. Los fuertes vientos comunes en la región intensifican todavía más la sensación térmica.
Los residentes, muchos de ellos pertenecientes a la cultura nativa Iñupiat, han desarrollado rutinas y adaptaciones históricas para sortear estos meses de tinieblas. Por ejemplo, la comunidad celebra el último atardecer y se esfuerza por mantener horarios estrictos y actividades sociales, como el tradicional Festival de la Aurora, para contrarrestar el impacto psicológico del fenómeno y reducir el riesgo de trastorno afectivo estacional.
Este largo invierno contrasta drásticamente con su contraparte veraniega: el sol de medianoche. A partir de mayo, Utqiagvik experimenta casi 80 días continuos de luz solar ininterrumpida. Finalmente, esta variación extrema define la vida en el extremo norte de América.
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