¿Amamos con el corazón o con la cabeza? La ciencia lo tiene claro: amamos con el cerebro. Un reciente estudio, publicado el lunes 26 de agosto de 2024 en la revista Cerebral Cortex de la Universidad de Oxford, desvela qué áreas del cerebro se activan dependiendo del tipo de amor que experimentamos, ya sea por nuestros hijos, amigos, pareja, mascotas o la naturaleza.
Investigadores de la Universidad de Aalto en Finlandia llevaron a cabo un experimento en el que midieron la actividad cerebral de 55 adultos mediante resonancia magnética. Durante la prueba, se invitó a los participantes a reflexionar sobre situaciones que evocaran seis tipos de amor: por los hijos, la pareja, los amigos, la compasión hacia desconocidos, las mascotas y la naturaleza.
Para estudiar el amor por los hijos, por ejemplo, los participantes debían recordar la emoción que sintieron al ver a su bebé recién nacido en buen estado de salud por primera vez. Entre cada reflexión, se les planteaban preguntas neutrales, como sus sensaciones al lavarse los dientes o al observar un autobús desde una ventana.
¿Dónde se origina el amor en el cerebro?
Los resultados del estudio revelaron que el amor activa diversas áreas cerebrales, incluyendo los ganglios basales, la línea media de la frente, el precuneus (parte del lóbulo parietal superior) y la unión temporoparietal en la parte posterior de la cabeza. Dependiendo del tipo de amor, diferentes zonas del cerebro se activan con mayor o menor intensidad.
El amor más profundo: Los hijos
El estudio encontró que el amor por los hijos genera la actividad cerebral más intensa en todas las áreas involucradas. Ningún otro tipo de amor activa estas regiones del cerebro de manera tan profunda, según Pärttyli Rinne, uno de los investigadores de la Universidad de Aalto. Le siguen en intensidad el amor hacia la pareja y, un poco más distanciado, el amor por los amigos.
«Las áreas cerebrales asociadas al amor interpersonal son muy similares, pero la diferencia radica en la intensidad de la activación, que es mayor con los hijos y algo más elevada con la pareja que con los amigos», explica Rinne en un comunicado.
Como era de esperar, el amor compasivo hacia desconocidos provocó una activación cerebral menor en comparación con el amor por personas cercanas.
Amor por mascotas y naturaleza: una excepción
Mientras que el amor por personas activa áreas del cerebro asociadas a la cognición social, el amor por las mascotas y la naturaleza estimula el sistema de recompensa y las áreas visuales del cerebro, pero no las áreas relacionadas con la cognición social.
Sin embargo, hay una excepción: en personas con mascotas, como gatos, sí se activan las áreas del cerebro vinculadas a la cognición social. Los investigadores pidieron a los participantes que imaginaran estar en su sofá cuando un gato se acurrucaba a su lado ronroneando. Los patrones de actividad cerebral revelaron que aquellos que tenían mascotas experimentaron una respuesta en las regiones asociadas a la cognición social, mientras que los que no convivían con animales no mostraron la misma activación.
Salud mental
La comprensión de cómo el cerebro procesa diferentes tipos de amor tiene implicaciones importantes para la salud mental. Según los investigadores, este conocimiento podría ayudar a mejorar las intervenciones en casos de trastornos del apego, depresión y problemas de pareja, proporcionando nuevas herramientas para abordar estas condiciones.
Este estudio no solo subraya la complejidad del amor, sino que también resalta cómo nuestras emociones están profundamente arraigadas en la actividad cerebral, desafiando la idea romántica de que el amor proviene del corazón.