sábado, 26 julio 2025
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¿Por qué sentimos que el tiempo se va volando a medida que envejecemos?

El paso del tiempo es un fenómeno universal, pero nuestra percepción de este cambia a lo largo de la vida. De niños, los días parecen eternos, pero en la adultez, los años pasan volando.

Esta sensación no es solo una impresión subjetiva; tiene raíces profundas en el funcionamiento de nuestro cerebro y en cómo vivimos nuestras experiencias.

La neurobiología detrás de la percepción del tiempo
Aunque hablamos de un «reloj interno», no existe una única región cerebral encargada de medir el tiempo. Varias áreas trabajan juntas:

  • Cerebelo: Coordina intervalos cortos, esenciales para movimientos precisos.
  • Ganglios basales: Procesan duraciones más largas, apoyados por la dopamina.
  • Corteza prefrontal: Evalúa lapsos extensos para planificar y organizar.
  • Hipocampo: Relaciona eventos con el tiempo a través de la memoria.

La dopamina, una clave neurotransmisora, también afecta nuestra percepción. Altos niveles de dopamina hacen que el tiempo pase rápido, mientras que niveles bajos, asociados a estados depresivos, lo ralentizan.

Factores que cambian nuestra percepción temporal

  • Proporcionalidad temporal: Un año representa un porcentaje menor de la vida a medida que envejecemos, lo que hace que parezca más corto.
  • Rutina y estímulos: La novedad de la infancia se transforma en una rutina predecible en la adultez, lo que acorta la percepción del tiempo.
  • Cognición: La capacidad de procesar información nueva disminuye con los años, reduciendo la sensación de novedad.

Impacto de los estados mentales

  • Estrés y ansiedad: En estas situaciones, el tiempo puede parecer más lento o escapar de nuestras manos.
  • Depresión: Reduce la actividad dopaminérgica y genera la sensación de tiempo detenido.
  • Meditación y flujo: Estos estados producen una sensación de atemporalidad, donde las tareas inmersivas hacen que olvidemos el paso del tiempo.

La cultura, la tecnología y el tiempo
En sociedades donde la productividad y la inmediata son primordiales, el tiempo se percibe como limitado y angustiante. Por otro lado, actividades como leer, caminar o aprender algo nuevo amplían nuestra percepción temporal.
La tecnología, con sus notificaciones constantes, fragmenta nuestra atención, provocando una sensación de «tiempo perdido».