La idea de que un chicle puede quedarse en el estómago durante siete años sigue circulando a pesar de no tener fundamento científico. Esta creencia, repetida durante décadas, suele utilizarse para evitar que los niños traguen chicle, pero hoy se sabe que el organismo lo procesa de forma distinta a lo que afirma el mito.
Los especialistas explican que el chicle no se digiere, pero tampoco se pega al estómago ni queda atrapado en el sistema digestivo. Su composición permite que el intestino lo desplace como a cualquier otro objeto no digerible, por lo que finalmente se expulsa en pocos días, sin efectos adversos en la mayoría de casos.
Qué ocurre realmente cuando una persona ingiere un chicle
Cuando alguien traga un chicle, este atraviesa el tracto digestivo casi intacto. El estómago no puede descomponer la base gomosa, pero el intestino continúa el proceso normal de movimiento hasta eliminarlo junto con los desechos.
Los médicos coinciden en que, salvo contadas excepciones, el chicle no causa daños. Solo se han registrado complicaciones cuando se ingieren varios chicles seguidos o se combinan con objetos pequeños, lo que puede provocar obstrucciones intestinales, especialmente en niños. Sin embargo, estos casos son considerados muy poco frecuentes.
Otros mitos que rodean al chicle
Alrededor de este tema también han surgido creencias como que el chicle se adhiere a las paredes del estómago, que puede quedarse atrapado por años o que causa dolores inmediatos. Todas estas ideas se han descartado con estudios y observaciones clínicas, que demuestran que el cuerpo está preparado para manejar elementos no digeribles sin riesgos significativos.
Las autoridades sanitarias recomiendan evitar tragarse el chicle por costumbre, aunque aclaran que hacerlo de manera ocasional no representa un peligro. El mayor riesgo sigue siendo la desinformación, que alimenta mitos que nada tienen que ver con el comportamiento real del cuerpo humano.
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