Una máquina expendedora se convirtió en el escenario de una prueba extrema para la inteligencia artificial: dejar que un sistema administre, casi sin intervención humana, un negocio sencillo. La idea sonaba simple: aplicar la inteligencia artificial para comprar productos, poner precios, vender con margen y hacer crecer el capital. Pero el resultado fue el contrario: en tres semanas se perdió…






