La inteligencia artificial (IA) ya forma parte de la rutina diaria: sugiere respuestas, escribe textos, resume información y hasta toma decisiones por nosotros. Pero, ¿qué pasa en el cerebro cuando delegamos demasiado en estas herramientas?
De acuerdo con especialistas en ciencias cognitivas, existe un “costo cognitivo de la convivencia con la IA”: si dejamos que piense siempre por nosotros, el cerebro se acomoda, trabaja menos y se debilitan habilidades clave como la atención, el análisis y el pensamiento crítico.
La buena noticia es que la IA también puede potenciar la productividad, siempre que se use con criterio y como apoyo, no como reemplazo.

¿Qué promete o en qué consiste esta idea del “costo cognitivo”?
El concepto de “costo cognitivo” se refiere al precio que paga el cerebro cuando dejamos de usarlo de manera activa.
Según la explicación de la doctora en Ciencias citada en el texto original:
- El uso excesivo de IA puede llevar a una actividad cerebral más baja.
- El pensamiento crítico se va debilitando si siempre aceptamos lo que la máquina dice.
- Con el tiempo, el cerebro puede volverse “hipoactivo”, es decir, trabajar menos de lo que debería.
En palabras simples: si todo se lo pedimos a la IA y casi nunca analizamos, contrastamos o pensamos por nuestra cuenta, terminamos con una “mente floja”, acostumbrada a que otro piense por ella.
Sin embargo, la misma especialista también señala que la IA, bien usada, puede multiplicar la proactividad de las personas:
- Ayuda a organizar ideas.
- Acelera tareas repetitivas.
- Permite concentrarse en la parte creativa o estratégica.
La clave está en entenderla como herramienta de asistencia y no de autoría: quien toma las decisiones y asume la responsabilidad sigue siendo la persona.
Lo oficial y lo que dice la ciencia sobre la era digital y la IA
De la era digital a los nómadas conectados
La era digital comenzó con fuerza en los años 80, cuando internet empezó a transformar la comunicación y el acceso a la información. Hoy, generaciones como los millennials y la Generación Z crecieron rodeadas de pantallas, dispositivos y asistentes virtuales.
Para muchos jóvenes, es difícil imaginar el mundo sin:
- Asistentes como Alexa o Siri.
- Chatbots impulsados por IA.
- Plataformas que recomiendan música, series o noticias.
Se les llama a veces “nómadas digitales”, porque estudian, trabajan y se relacionan conectados casi de forma permanente.
IA en todo: salud, transporte, finanzas y ciencia
Las aplicaciones de la inteligencia artificial ya están presentes en gran parte de la vida moderna:
- Salud: apoyo en diagnósticos, análisis de imágenes médicas, predicción de riesgos.
- Transporte: sistemas de navegación, optimización de rutas, vehículos con funciones autónomas.
- Construcción e industria: diseño, simulaciones y control de procesos.
- Finanzas: detección de fraudes, evaluación de riesgos, atención al cliente automatizada.
- Ciencia e investigación: procesamiento de datos masivos, simulaciones complejas, descubrimientos que antes tomaban años y ahora pueden lograrse en meses.
La especialista subraya que, aun con estos avances, es fundamental que las personas revisen de forma crítica los resultados de la IA y verifiquen si la información es verdadera, coherente y útil.
Nativos y no nativos digitales
La experta también diferencia dos grandes grupos:
- Quienes no son nativos digitales: personas que no crecieron rodeadas de tecnología desde la infancia. Ellos necesitan una “alfabetización digital”, es decir, aprender paso a paso cómo funcionan las nuevas herramientas y cómo aprovecharlas.
- Quienes sí son nativos digitales: generaciones que ya nacieron con internet, aplicaciones y asistentes inteligentes. En su caso, el reto es entrenar el cerebro para usar estas herramientas de forma ética, crítica y responsable, sin depender por completo de ellas.
En ambos casos, la idea central es que el cerebro siga activo y conectado, y que el vínculo con la tecnología no destruya la capacidad de pensar por cuenta propia.
Precauciones, riesgos o cómo aplicar esto correctamente
1. Usar la IA como apoyo, no como piloto automático
- Es válido pedirle a la IA que resuma un texto o genere ideas, pero la decisión final debe pasar por nuestro criterio.
- Siempre es recomendable leer, corregir y adaptar lo que produce la máquina.
2. Evitar la “atrofia por desuso”
- Si cada tarea mental se delega a la IA, el cerebro deja de entrenarse.
- Para evitarlo, conviene:
- Resolver algunos problemas sin ayuda digital.
- Hacer ejercicios de lectura, escritura y cálculo por cuenta propia.
- Hacer pausas sin pantallas para que la mente descanse y reorganice información.
3. Entrenar el pensamiento crítico
Cada vez que usas IA, puedes hacerte preguntas como:
- ¿Lo que estoy leyendo tiene sentido?
- ¿Coincide con otros datos fiables que conozco?
- ¿No será una respuesta inventada o desactualizada?
Esto ayuda a que el cerebro no acepte todo de forma automática y se mantenga activo.
4. Uso ético y responsable
- No atribuirse como propio un contenido que fue generado por IA sin revisarlo ni adaptarlo.
- Evitar usarla para engañar, plagiar o manipular.
- Recordar que, detrás de cada resultado, hay datos, sesgos y decisiones de diseño que deben ser cuestionados.







