El Museo del Louvre, uno de los más visitados del mundo, cerró sus puertas este lunes 16 de junio de 2025 debido a una huelga sorpresa de su personal. La medida, convocada durante una reunión interna, fue encabezada por trabajadores como vigilantes, taquilleros y guías, quienes denuncian condiciones laborales insostenibles.
Masificación turística y estrés laboral
Los empleados afirman que el número de visitantes ha llegado a niveles agobiantes, con más de 30 000 personas ingresando al museo cada día. Esta cifra, según denunciaron los sindicatos, sobrepasa la capacidad del equipo humano y afecta directamente su bienestar físico y mental.
Sarah Sefian, portavoz sindical, explicó que el personal se encuentra «agotado» y que las condiciones actuales no permiten un servicio de calidad ni garantizan la seguridad del patrimonio ni del público.
Falta de recursos y deterioro de la infraestructura
El reclamo también apunta al abandono de la infraestructura del museo. Los trabajadores mencionan problemas como filtraciones, baños insuficientes, sistemas de climatización deficientes y falta de mantenimiento técnico. A esto se suma el incremento de la subcontratación y los recortes en presupuesto estatal.
Aunque el gobierno francés anunció recientemente un ambicioso plan de renovación del Louvre para el año 2031, los empleados consideran que es una solución demasiado lejana. “No podemos esperar seis años”, declaró Sefian.
Reapertura parcial y afectación a miles de turistas
Frente a la emblemática pirámide de cristal, miles de turistas se encontraron con las puertas cerradas. Según medios europeos, el museo comenzó a reabrir parcialmente alrededor de las 14:30, permitiendo el ingreso únicamente a ciertas salas con “obras maestras”.
El museo permanecerá cerrado el martes, como es habitual, y se prevé que vuelva a operar con normalidad el miércoles.
Un llamado de atención al modelo turístico actual
Esta protesta en el Louvre se suma a las crecientes tensiones en otras ciudades europeas afectadas por el turismo masivo, como Barcelona, Venecia o Palma de Mallorca. La situación plantea un debate urgente sobre la sostenibilidad de los destinos culturales más emblemáticos del continente.
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